Las historias son caminos. Algunas te llevan al pasado, otras al futuro, y las mejores te conducen al centro de ti mismo.


Siempre he sentido atracción por las preguntas sin respuestas claras, aquellas que nos llevan a mirar más allá de lo evidente y explorar la conexión entre lo que somos y lo que podemos ser… Pero mi camino comenzó lejos de allí, en el mundo de la hotelería y el liderazgo ejecutivo, donde aprendí el arte de conectar con las personas y guiar equipos.

La gente es fascinante —hasta la que no te cae muy allá— y seguramente tuve bastante suerte, porque a lo largo de varias décadas pude cultivar amistades que son tesoros del corazón. Además, ni sabes cuánto me reí… Trabajé sin fin, la verdad, creo que es una de las cualidades por las que me conocen: ni me rindo ni me detengo.



Treinta años siendo hotelera y docente, sí, pero las historias siempre estuvieron ahí, en los márgenes de mi vida, susurrándome, desde que era una enana. A medida que los años pasaban, escribir se convirtió en mi forma de explorar esas preguntas profundas sobre la vida, la espiritualidad y nuestra capacidad de transformación. Porque he visto mucho de eso: personas que cambian, que mutan, que se convierten en versiones de sí mismas que jamás sospecharon conocer.

Me dedico a escribir libros porque hay un millón de historias que viven en mi cabeza y necesito desalojarlas para que no me vuelvan loca, pero supongo que también es porque son la palanca que remueve el aire viejo en mis zonas de confort y despiertan mi conciencia. Cada escena, cada capítulo, se reproducen en mi mente con todo detalle. Música, colores, aromas y sensaciones, ¿será por eso que las visualizo en la pantalla?


Y al fin, de nuevo, las preguntas sin respuesta. Para muchos, será una temeridad que hable de esto abiertamente, no me cabe duda, el pavor que producen estos temas me deja asombrada a diario. Sin embargo, yo soy la que soy. Y, a estas alturas de mi vida, me importa más ser feliz y estar en paz que la fugacidad del éxito o la satisfacción de los demás respecto a lo que hago con mi vida.

La curiosidad me llevó a hacer indagaciones. Los resultados de las indagaciones, a estudiar. Los estudios a practicar con entusiasmo y a fluir. Y el fluir sosegado me llevó a querer compartir.

Además de mi pasión por la escritura, he obtenido mi maestría en Reiki y en otras disciplinas de crecimiento espiritual, como los Registros Akáshicos. No es una cuestión de creencias, sino de ser práctico hasta las últimas consecuencias: lo que me ha ayudado a sentir más profundo y a ser más feliz es algo que me encantaría compartir.