Sueño,
con el alma llena de palomas, con las manos llenas de tarea, con los ojos llenos de risas.
Sueño sin vergüenza, cuando me señalan con el dedo las personas decentes;
sueño sin censura, a pesar de la prudencia que me aconsejan siempre los tranquilos; sueño sin chivatos que me soplen la letra.
Sueño alto, hace siglos que estoy en rebeldía.
He tratado hasta la saciedad de encarrilarme, de remeter este espíritu de lobo -voraz, agreste- en los mezquinos márgenes que deja el día para aspirar a poco. Sé humilde, me decía, y a mí se me apretaba el alma toda, el aire del respiro, ahí, encharcado, el anhelo más puro convertido en un panfleto triste.
Sueño hondo, hace milenios que buceo en lo imposible.
Si me miras por fuera, soy más bien tenue, chiquita y ordenada. No ocupo espacio, hablo sin estruendos y, si tengo el día, se me nota el colegio de pago en que tiendo a la sobriedad en el vestir, en las subordinadas largas que compongo con desenvoltura y en que aborrezco a los que comen con la boca abierta. Y con eso llevo distraído a todo el mundo…
… sueño libre, no hay lastre que no ceda.
La parte más grande de mí está por dentro, donde la piel se desdibuja y no contiene. Corretean lujuriosos como faunos los personajes de los libros que he leído, escenarios de películas infames, frases tontas de telenovelas y romances, preguntas insondables, miedos de tamaño familiar.
Por dentro, imagino los futuros que me gustan hasta que se mastican en el aire, cancelo la existencia de enemigos, porque estoy tan ocupada construyendo paisajes donde la bondad es ley, que no me queda tiempo para el rencor o las venganzas mediocres de los martes.
Por dentro, tengo un sentido nuevo que vibra en un púrpura glorioso, por el que atisbo en los rostros de la gente que me rodea y entiendo su vejez o su amargura o su pálpito o su desnudez.
Por dentro, me perdono entera. Y cuando lloro, lavo mis penas y lavo el mundo.
Por dentro, sueño en cuatro dimensiones, arrugo el tiempo y lo hago pelota si no me vale, no existen las fronteras, me importa un bledo tener razón, solo cuenta el gozo.
Por dentro, el único dinero que sirve son las mariposas que aletean debajo del ombligo cuando te topas con una idea buena, con un poema recto, con un descubrimiento áspero sobre ti mismo.
Por dentro, apenas quedan cosas si no es por decorar, solo hay gente y animales.
- Mi madre, con sus colores en un lienzo dibujando el universo…
- Mis hijos, poblados de palabras y de una luz que estalla, como una supernova…
- Mis amigas del alma, hadas del bosque, tierra, fuego, aire…
- Mis hermanos, que no son yo y lo son, sastres de los sueños antiguos.
- Mis amigos de años, mis amantes certeros o fallidos, mi Duna, un periquito, tres gatos, un cuñado, alumnos, seguidores, colegas y vecinos, mis equipos, mis lejanos, mis actores de culto, mis poetas de siempre, el del bar, mi estilista, mi grupo de odiadores, mis rivales, mis nada…
Sueño, con el alma llena de palomas, con las manos llenas de tarea, con los ojos llenos de risas.
Sueño alto, sueño hondo, sueño libre… ¡Sueño tanto!
Que nunca nos falten los grandes sueños, que nos sirven de inspiración. Los sueños son los que nos hacen seguir adelante y soportar los golpes que nos da la vida. Cuanto mayor es el sueño, mayor es el escudo protector que nos proporciona. ¡Vivan los grandes sueños!
Escuché a alguien contar que los sueños se mantienen vivos en nuestra mente porque, en alguna otra dimensión donde hemos elegido caminos alternativos, ya son una realidad, y nuestra alma lo sabe y nos lo recuerda… Me pareció una idea fabulosa, que nos permite disfrutar de ser, ya, ahora mismo, todo lo que anhelamos… ¡Sueña alto, Ana, hasta el cielo!