Deja que el miedo, como una prenda antigua usada hasta el cansancio, deshilache sus hebras desteñidas mientras se va, se va por siempre… durante un minuto.
Deja que la rabia, con su rojo apretado como un corsé chillón, desluzca sus vapores mientras se desvanece, se desvanece para siempre… durante un minuto.
Deja que el dolor, lleno de grapas sobre tu aliento sordo, ese dolor reviejo que se atasca en los lindes de tu voz como un badajo áspero, para que no repique la canción… deja que el dolor extravíe su poder, que lo extravíe para siempre… durante un minuto.
Deja que se calle tu arrogancia y ríe por un minuto.
Deja que se espante la soberbia y escucha por un minuto.
Deja que se funda la vergüenza y habla por un minuto.
Deja de decirte todo lo que no, lo que siempre, lo que nunca… Por un instante corto, minúsculo, irrelevante… para siempre… durante un minuto.
Y luego, respira hondo… … y prueba dos minutos.