Estoy convencida: mereces todo lo bueno. Y yo también.

Por suerte o por desgracia, creer que sabemos lo que más nos conviene nos mete en un montón de líos, de esos que trastornan planes y expectativas. Porque la frustración por no alcanzar lo que soñamos de inmediato hace que baile el suelo bajo nuestros pies, y eso despierta al bicho de la duda: ¿Y si resulta…?

Para mi fastidio, la vida me ha demostrado que todo ocurre en el instante perfecto y del modo adecuado. Aunque no lo vea, aunque no lo entienda y aunque me desespere.

Escribo desde niña y, en mis sueños sin complejos de entonces, nada iba a detenerme.

Lo único que me paró era que no tenía nada que contar o, al menos, nada tan relevante como para acreditar un libro entero. Los argumentos y las ideas se desvanecían en segundos, incapaces de sostenerse más allá de algunos párrafos. Supongo que no había vivido lo suficiente, que me faltaba reflexionar sobre las cosas, o que carecía de la empatía necesaria para captar la sutileza de las emociones de aquellos que me rodeaban.

Debo ser un poco lela, porque a otros no les resulta tan complicado.

En todo caso, pasaron los años, los lustros, las décadas y acumulé mi porción de historias, de penas y de alegrías, como tú. Y llegó el momento de escribirlo todo. Mi cabeza estalla a diario con ideas y escenarios, hay personajes que me viven por dentro como inquilinos locos que me atosigan para que les dé espacio en unas líneas. La pulsión de compartir todo esto también me impulsa a aprender, es fabuloso.

Ahora escribo, día sí y día también. La felicidad que me regala el mero hecho de ponerme a ello me sigue dejando pasmada, soy como cría en Disneylandia. Lo que nadie te cuenta es que escribir es una cosa, y conseguir que te lean —y te compren— es otra bien distinta. No me quejo, tengo los mejores padrinos del universo, gente que me apoya en lo que emprendo y me mima con su tiempo, su cariño y sus consejos. Pero es harto difícil, no nos vamos a engañar.

Que si las redes sociales, que si hacer muchas presentaciones del libro, que si machacar a tus conocidos para que dediquen un dinerillo a comprar un ejemplar… Mucha energía enfocada en tareas colaterales, para las que no necesariamente vales o te interesan un pimiento.

Lo que nadie te cuenta es que vas a tener que aprender a vender, casi más que aprender a escribir.

¡Qué chasco!

Si eres pintor, músico, escultor, creador, poeta, actor, compositor, ilustrador, diseñador o te apasiona cualquier otra rama del arte, vaya por delante mi apoyo incondicional a tu lucha por salir adelante. No te rindas, es una lucha digna, de esas con arcoíris al final del camino. Y no hablo de triunfar como la Coca-Cola y vender mucho o hacerse famoso, hablo de que llegue un día, dentro de ti, en el que sientas en todos los poros de tu piel que tu misión en la vida está hallando su lugar.

Si eres lector, espectador o aficionado, lo sabes: sin arte, sin emoción, sin cultura, no hay sociedad que pueda florecer. Cuando la siguiente canción te emocione, cuando un libro desate un terremoto entre tus huesos, cuando un cuadro o una ilustración te inciten a respirar profundo… apoya.

Porque tú eres parte de esa canción, de ese cuadro, de ese libro, una parte activa y vibrante, que los lleva a la vida. Lo que nadie te cuenta es que, en el arte, autor y público son una misma cosa.

De veras, estoy convencida: mereces todo lo bueno. Y yo también.

Sea cual sea tu sueño, estoy contigo.